Primero, hay que evitar el exceso de peso a la hora de planificar la mochila. Esto que parece tan obvio es la regla básica del senderismo y el primer dolor de cabeza para muchas de nosotras (paracetamol o ibuprofeno: qué llevar en el botiquín). Segundo, no sobrepasar el 15 % de nuestro peso corporal. Aquí es cuando más de una se alegra de no estar en su peso ideal imaginario 😉
También se recomienda que la carga oscile entre los 10 y 15 kg.
Mi 15 % son 10,5 kg, pero eso no quiere decir que tenga que llevar los 10 kg siempre, la mayoría de los “por si acaso” que llevo, los suelo dejar en la furgoneta.
Lo otro que aún es más importante que lo primero: hay que desempolvar el sentido común y ponerlo a trabajar. Una mochila de senderismo no es un bolso. Si cuando has terminado de preparar la mochila tienes la sensación que sí lo parece, para y hazte estas preguntas: ¿Qué ruta vas a hacer? ¿Vas sola o acompañada? ¿Llevas perros? ¿Cuánto tiempo crees que vas a estar caminando? ¿Cómo es la orografía del terreno? (Si el término orografía te suena a chino, espero y deseo que tu ruta sea un paseo relajado por una vía verde con tu perrete, las amigas o pareja)…